02 junio, 2016

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situación de Haití: En la actualidad, Haití es el país más pobre del continente americano. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ocupa el puesto 108 en el índice de desarrollo humano. El 65 % de la población vive por debajo de la línea de la pobreza y en cuanto a la esperanza de vida no supera los 50 años.


En esta isla caribeña, viven aproximadamente 8,924,553 personas. Un número significativo de haitianos no tiene trabajo (cerca de un 80 por ciento), ni acceso a la salud (casi el 90 por ciento).

La vida en Haití parece detenida en el tiempo: los pobladores compran el agua por la calle a los aguadores, que con enormes recipientes sobre su cabeza ofrecen el vital líquido. Es común ver a la gente bañarse en la calle en aguas nauseabundas, y dormir a la intemperie en casas rudimentarias entre escombros y basura.

Las condiciones de vida y salud son de las más precarias del mundo. La pobreza es el denominador común de una población con índices sanitarios de terror. El 47 % de los haitianos sufre de desnutrición crónica y de los que sobreviven, un 60 % muere de VIH-SIDA, siendo ésta la tasa más alta en el Caribe, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La vida social y comercial en Haití se desarrolla en plena calle: allí compran los víveres, deambulan, duermen, comen, se bañan y muchos se mueren. En Haití las actividades están paralizadas, porque la gran mayoría de la gente no tiene empleo y un número importante de niños (aproximadamente un 80 %) no va al colegio. 
El terremoto del 2010 y la reconstrucción.

El mandato de la Minustah a su instalación en el 2004, era de asegurar la estabilidad política, detener la violencia y reforzar el estado de derecho. La elección de Rene Preval en el 2005, su permanencia en el cargo durante todo su mandato y la realización de elecciones presidenciales el año 2010, pese a las circunstancias, fueron hitos importantes en el fortalecimiento institucional y democrático de Haiti.

El terremoto de enero de 2010, tuvo como consecuencia la interrupción del proceso de estabilización política iniciado durante la administración del Presidente Preval, creando un contexto negativo sin precedentes a nivel internacional. Se estima en 300.000 las personas fallecidas, alrededor de 350.000 heridos, 1,5 millones de haitianos sin casa, la destrucción de edificios del Poder Ejecutivo incluido el Palacio de Gobierno, Parlamento, Poder judicial, la casi totalidad de los Ministerios, 105.000 casas destruidas, 1.300 establecimientos educacionales derrumbados o inutilizados, así como 50 hospitales y consultorios. Las perdidas estimadas en el documento oficial del Gobierno Haitiano (PDNA), tanto del sector publico como privado, fueron de 7.8 billones de dólares, y el monto necesario estimado para la reconstrucción fue de 12.191 billones de US para un periodo de tres años, descompuestos en 1.477 millones a septiembre de 2010; 3.086 millones a septiembre 2011; y de 7,627 millones de dólares para el tercer año posterior al terremoto. Desde el punto de vista de la administración del Estado, es necesario tomar en cuenta la desaparición de aproximadamente un tercio de los 60.000 funcionarios públicos y la perdida de los archivos de las instituciones publicas.

Esta catástrofe, sin precedentes a nivel mundial, tomo por sorpresa a la comunidad internacional, generando un movimiento en todo el mundo de solidaridad humanitaria con Haití. El plan de reconstrucción de Haití aprobado por la comunidad internacional en abril de 2010, comenzó a aplicarse en mayo – junio de ese año. En octubre de 2010, el huracán Thomas provoco daños de consideración y comenzó, además, la epidemia de cólera que produjo 1.600 muertos y decenas de miles infectados solo durante ese mes.

Adicionalmente, la incomprensible presión por realizar elecciones en noviembre del mismo año del terremoto, junto con el inicio de la campaña electoral el 15 de octubre, alteró el esfuerzo humanitario y de reconstrucción que era la prioridad absoluta, para posteriormente retomar el camino de desarrollo institucional iniciado durante el mandato del Presidente Preval. En dichas elecciones, se presentaron 19 candidatos presidenciales, 850 candidatos para diputados (100 curules) y 95 candidatos para 11 escaños del senado. La realización de elecciones durante el 2010, fue consecuencia de una evaluación positiva en cuanto a las condiciones para efectuarlas, realizada por expertos internacionales a solicitud del Presidente Preval. Era evidente que el país no podía recuperarse en pocos meses de la tragedia del terremoto por lo que, aparentemente, se impuso una visión tecnócrata en donde la ecuación elecciones = democracia = estabilidad política fue el esquema a aplicar de acuerdo al “formulario”.

Como era de esperar en ese contexto, hubo un resultado de la primera vuelta presidencial entregado por el gobierno de Haití, que fue cuestionado por la comunidad internacional y, después de una revisión de los resultados por organismos internacionales, el candidato Martelly paso a segunda vuelta y, finalmente, gano las elecciones.

El tiempo durante el cual se dilató el esfuerzo de reconstrucción se puede establecer entre octubre de 2010 (inicio de campaña electoral) y mayo 2011, con la asunción del mando del Presidente Martelly; posteriormente, tardo un año en designar al actual Primer Ministro, entre mayo de 2011 y mayo de 2012, incluido el breve periodo del Primer Ministro Gary Conille, con apenas casi cuatro meses de ejercicio del cargo. Es decir, han sido 18 meses de inestabilidad política, fundamentales en un período critico para el esfuerzo humanitario y de reconstrucción.

El período presidencial actual

La administración del Presidente Martelly comenzó marcada por el slogan del cambio, bastante común en todas las campañas políticas, y acompañada por la llegada al poder de personas con poca experiencia en la administración del Estado y de las reglas del juego político del sistema parlamentario. La falta de diálogo político y de búsqueda de acuerdos nacionales para enfrentar los tres grandes desafíos de Haití, lo humanitario, la reconstrucción y el desarrollo, significó crear el clima de inestabilidad política que existe hoy y que neutraliza las buenas acciones que el Primer Ministro trata de lograr, para atraer inversión extranjera y crear empleo.

Hay responsabilidad de las autoridades haitianas, que duda cabe, pero también de la comunidad internacional. Naciones Unidas opera bajo una estructura militar y vertical de un cuerpo de paz, que impone una agenda de trabajo a sus diferentes agencias, limitando su capacidad de actuar. Haití no tiene conflictos armados, no hay guerra civil; hay delincuencia, pero menor que en América Central y otros países; no hay guerrilla como en Colombia, entonces ¿Como justificar la presencia de miles de soldados?

De acuerdo al ultimo informe del Secretario General de Naciones Unidas, al consejo de seguridad al 31 de julio de 2013, habían 6.198 militares, de los cuales hay 863 de Sri Lanka, 363 de Nepal, 252 de Jordania, 169 de Indonesia, cuya capacidad de interactuar con la población Haitiana es nula por razones de idioma. Naciones unidas tiene mucho que aportar a Haití pero en un esquema diferente. Por otro lado, los países donantes y las organizaciones internacionales funcionan con agendas propias, lo que significó que la organización creada para la reconstrucción (CIRH), dirigida por el Presidente Clinton y el ex Primer Ministro Jean Max Bellerive, no recibiera los recursos financieros comprometidos por los donantes en marzo de 2010.

El apoyo prometido por la comunidad internacional para la reconstrucción, en marzo de 2010, fue de alrededor de 9 mil millones de dólares, de los cuales 5 mil millones aproximadamente, estaban prometidos para los tres primeros años. Ese monto no fue respetado, y el apoyo se otorgó bajo la figura de la eliminación de deuda externa y de la cooperación bilateral, siendo solamente alrededor de 300 millones los que fueron aprobados por el mecanismo de la Comisión Internacional para la Reconstrucción (CIRH).

En las condiciones actuales de disminución de la cooperación bilateral, producto de los conflictos en otros lugares del planeta y de la situación política en Haití, es difícil que la comunidad internacional pueda cumplir sus compromisos. El plan trienal 2014 – 2016 del gobierno de Haití requiere 6 mil millones de dólares, de los cuales hay financiamiento solo por 1.500 millones. Adicionalmente, el presupuesto nacional de 3.300 millones de dólares, es financiado en un 50 a 60% por la comunidad internacional. Los proyectos de las ONG y el aporte de la diáspora, de alrededor de 2 a 3 mil millones de dólares, permiten calmar parcialmente las necesidades humanitarias y sociales.

La comunidad internacional debe reflexionar autocríticamente acerca de su labor en Haití y establecer una nueva forma de colaboración en donde los Haitianos puedan asumir efectivamente los destinos de su país.

La crisis política actual.

El Presidente Martelly, ignorando la importancia del diálogo, de los acuerdos políticos y queriendo imponer su voluntad al parlamento, perdió un año del mandato. Presentó dos candidatos a Primer Ministro al parlamento que fueron rechazados y, el tercero, Gary Conille, fue elegido producto de la presión internacional, durando solo tres meses y medio. El cuarto candidato, Laurent Lamothe, después de intensas negociaciones y presiones, asumió en mayo 2012. La publicación e implementación de las reformas constitucionales que incluían el reforzamiento del Poder Judicial con la instalación del Consejo Superior del poder judicial y la creación del Consejo Electoral permanente, paso previo para realizar elecciones senatoriales y de alcaldes, fue una moneda de cambio para su aprobación.

La postergación de las elecciones de un tercio del senado y de los alcaldes, al no constituir el Consejo Electoral Permanente, y posteriormente el no envío de la ley electoral al parlamento, para que una vez aprobada se diera inicio al proceso electoral, significó que un tercio del senado cesara en sus funciones y el ejecutivo pudiese designar a los alcaldes de acuerdo a su voluntad.

La falta de diálogo y de acuerdos políticos llevo a la oposición a endurecer su accionar y a instalar en la opinión publica nacional la percepción de un Presidente autoritario y antidemocrático.

La reacción pública del Presidente Mujica, de Uruguay, anunciando que si no se hacen elecciones o no se inicia el proceso electoral en 90 días, ese país retiraría las tropas de la Minustah, es la expresión del malestar de la comunidad internacional que ya es compartido por otros países y organismos internacionales.

El Presidente Martelly, producto de esta situación, convocó a sesión extraordinaria al parlamento el pasado 22 de noviembre, para aprobar la ley electoral, que tendrá necesariamente que contemplar un acuerdo para prolongar el mandato del segundo tercio del senado, que vence en los primeros días de enero de 2014. En caso contrario, el senado quedará reducido a un tercio y desaparecerá, en la práctica, el poder legislativo.

Esta ley electoral ya fue aprobada en el parlamento, lo que abre una ventana de oportunidad para lograr acuerdos políticos y una agenda política que permita al gobierno concentrar sus esfuerzos en la reconstrucción y el desarrollo económico y enfrentar el 2014 y 2015, que serán años electorales con una fuerte polarización política social, y pueden ser un obstáculo para los esfuerzos del Primer Ministro Lamothe de atraer inversiones y creación de empleo.

La crisis actual es política y su solución va a depender, en gran medida, de la actitud que tome la comunidad internacional para acordar y respetar un calendario electoral y de reforzamiento institucional con el gobierno Haitiano. Las presiones políticas no siempre son eficaces, salvo la que pueda ejercer USA, debido a que el flujo del dinero de la cooperación internacional, las ONG y la diáspora le permite a las autoridades mantenerse a flote. El punto de quiebre se podría dar si el cumplimiento de una agenda política basada en el diálogo, que permita un acuerdo nacional y un calendario electoral, es la condición base para el apoyo financiero. Los próximos meses son decisivos.
Economia de Haiti:

 Haití es el país más pobre del continente americano, y durante los últimos veinte años su economía ha caído en picada. Según el Banco Mundial, la economía haitiana cayó a un ritmo medio de 0,2% por año durante la década de los 80, y se encogió un 0.4% más por año durante los 90. La renta per cápita de los haitianos es de $480 al año, -en comparación con la media de $33.550 de los estadounidenses. El resultado de estas cifras poco alentadoras, es que miles de haitianos, incluso antes de la crisis actual, han tratado de emigrar a Estados Unidos.
El rápido crecimiento demográfico agrava los problemas económicos de Haití, cuya población aumentó de 5 a 8 millones en los últimos 20 años. Además, más del 40% de la población es menor de los 14 años, con lo que la media de dependencia es alta. Por otra parte está la dificultad de producir suficientes alimentos en una superficie de terreno pequeña. La superproducción de otros países pobres y las barreras comerciales de los países ricos han afectado a las principales exportaciones de Haití: café, mango, y otros productos agrícolas.

El gobierno haitiano ha sido muy dependiente de la ayuda exterior, en particular de EE.UU., la Unión Europea y el Banco Mundial. Pero tras las elecciones de 2000, Estados Unidos canceló su ayuda, alegando que el 70% de los fondos que donaba acabaron en los bolsillos de funcionarios corruptos.

Uno de cada 5 niños haitianos tiene menos peso o altura de lo que corresponde a su edad. La cuestión sobre la enorme desigualdad económica entre la empobrecida mayoría negra y la minoría mulata, continúa sin resolverse. Además, la infraestructura del país se ha colapsado casi por completo, y el tráfico de drogas ha corrompido el sistema judicial y la policía.

Haití también está entre los países del hemisferio oeste que menos apoyan el desarrollo humano. Tan sólo un 50% de la población puede leer y escribir, y más de la mitad de los haitianos carece de agua potable o acceso a instalaciones sanitarias. Además, la mitad de la población está desnutrida, y el 4.5% de los haitianos tiene Sida/HIV, la mayor incidencia en el continente americano. Como resultado, la esperanza de vida al nacer está por debajo de los 50 años, y enfermedades como la tuberculosis están en aumento.

La economía se basó en el cultivo comercial del índigo durante el s. xvtii; al terminar ese siglo los más importantes cultivos comerciales eran la caña de azúcar, el café y el algodón. En la actualidad, el principal cultivo es el del cafeto, en las laderas de las montañas del sudoeste, noroeste y centro, y el café (1.100.000 t.) es el producto de exportación por excelencia; también son comerciales los cultivos de cacao, en el sudoeste y noroeste, y de sisal, en el centro; la caña (4.300.000 t.) que se concentra en el norte y centro, se dedica a la producción de azúcar (63.000 t.) y aguardiente, que es de consumo local; los cultivos de manutención son: maíz, arroz, fríjol, yuca, batata, ñame, coco y plátano; los dos cultivos comerciales de oleaginosas son: maní y algodón, del que también se emplea la fibra.

El riego se practica principalmente en el centro (42.000 Ha.). Para la ganadería, el país cuenta con 550.000 Ha., de pastos y la cría de ganado se concentra en el nordeste y sudeste; las cabezas de ganado porcino son 1.504.000, las de caprino 1.117.000 y de bovino 769.000. La superficie forestal es de 700.000 Ha.

En el país se extraen bauxita, cobre y sal para la exportación. La industria se concentra en Puerto Príncipe: productos alimenticios (molinos de trigo, fábricas de aceite vegetal y de galletas), textiles, destilerías y fábricas de costales de sisal, jabón, productos farmacéuticos, pinturas, vidrio y cigarrillos; existe una fábrica de cemento. El país importa alimentos, tejidos y maquinaria.

Terremoto  en Haiti:
El 12 de enero de 2010, un terremoto de 7.2 grados en escala Richter sacudió Haití, el sismo tuvo su epicentro a 15 kilómetros de la capital del país, Puerto Príncipe.
El fenómeno natural causó en el país centroamericano más de 300,000 personas muertas, 350,000 lesionadas y más de 1 millón de personas sin hogar.

El presidente de Haití, René Préval, en ese momento declaró que la imagen en Puerto Príncipe era “inimaginable”, explicando que “el parlamento se ha venido abajo, la oficina de Hacienda se ha venido abajo, las escuelas se han derrumbado, los hospitales se han derrumbado”.

El mandatario haitiano no se encontraba en el palacio presidencial que se derrumbó cuando el desastre natural se hizo presente.

Préval coordinó a su gabinete de inmediato para pedir auxilio internacional, incluso Elisabeth Préval, la Primera Dama, declaró: “necesitamos apoyo, necesitamos ayuda, necesitamos ingenieros”.

Haití recibió ayuda inmediata por parte de Estados Unidos, República Dominicana, Cuba, y diferentes organismos internacionales como el Banco Mundial y la Cruz Roja Internacional quienes aportaron comida, dinero, voluntarios, bomberos, expertos en materia de búsqueda y rescate y perros de búsqueda.

La Secretaría de Relaciones Exteriores de México (SRE), en su momento, informó que se envió 15,000 toneladas de apoyo entre productos básicos como medicinas, materiales de curación y cocinas comunitarias.


Asimismo, la Secretaría de la Marina (Semar) y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) enviaron médicos, enfermeras, rescatistas y expertos en materia de construcción los cuales atendieron a cerca de 4,000 personas.

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